viernes, 6 de mayo de 2011

Último Capítulo

- Elsa Malavecchia de González…Viuda de Fermín González, en realidad… Libreta Cívica 3388547…47, sí… como le venía diciendo oficial,…
Comisaría 34. El calor ocupaba todo el espacio como un lodo traslúcido… Mientras informaba sus datos, Elsa repasaba con la mirada las esquinas del cielorraso, calculando el largo del plumero que las liberara de aquel engarce de telas de araña, moscas y plumas minúsculas. Un ventilador chirriante pendía en el centro de la habitación, cortando el aire a un ritmo agónico, terminal, al tiempo que un trío de alguaciles repetía su danza suicida contra los tubos fluorescentes. Elsa trazaba con su índice un surco sobre el polvo del mostrador, y ahora concluía que efectivamente debía hacer ya varias semanas que nadie acercaba franela alguna por esas tablas. Detrás de ella, dos travestis desgreñados esperaban turno mascando al unísono. Elsa los espiaba a intervalos, deseando tener más tiempo para explayarse sobre los hechos…
- … y es que yo sigo la telenovela esta todas la tardes, “Conjuro de amor”, usted la sigue oficial? Ah no? Su señora?.. a no está casado? Y que está esperando?… a su edad, Fermín ya me había hecho madre de dos criaturas… bueno, sí, que siga, que siga… le decía… que ´”Conjuro de amor” empieza a las tres, cuando me levanto de mi siesta religiosa. Ah, sí! Yo todos los días me acuesto un horita a descansar la espalda, vio? Sobre todo después del ataque del ciático que tuve hace unos meses. Mi amiga Chola me dice que empiece yoga, que me va a hacer bien, pero no sé, a mi edad… meterme con eso… Así es como se termina en esas sectas que no hacen más que sacarle la plata a una…. Bueno, sí, sigo, sigo… es muy impaciente usted…. Entonces… que a las tres empieza la novela. Me preparo unos mates, es mi momento preferido del día… Tengo un televisor en la cocina, no? Que da a la placita de la avenida, ahí donde hace unos días encontraron el bebé abandonado, se enteró? Virgen Santa!!! Como hay gente que no tiene corazón, traer un bebé al mundo y entregarlo como si fuera un trapo, por si hay alguien que se apiade… Yo me hubiera hecho cargo pero ya lo tengo al Monchi, que es pequinés pero bastante tranquilo. Ni se siente el pobre… Ah, sí. Que siga con el relato, no? Es que usted me cae simpático, quién diría tan serio, pero no sé qué tiene que me hace acordar a… bueno, bueno, sigo… Y no vaya usted a creer que justo a las tres, justo, justo, empieza la gente de la murga, esta que se junta a ensayar en la placita. ¿Qué injusticia, no? Toda la santa hora con el chichungui, chichungui, que platillos, que bombos, que cornetas,… yo no sé, este país siempre copiando lo extranjero. ¿De dónde salió todo esto? Y con el calor que está haciendo… no me diga, ¿Quién puede estar con la ventana cerrada? …La cosa es que yo, que nunca molesté a nadie, no llego a escuchar nada de lo que dice la tele… Lo único que pido oficial... Ah! ¿Cabo? Bueno, cabo… en mis tiempos el carnaval no era así. Había baile en el club, cantaba Goyeneche, siempre me acuerdo, pero en la calle no se molestaba a nadie… ahora, estos de la placita ¡Por favor! Habrase visto ¡Un escándalo! No hay quien viva con ese barullo. ¡La murga! Usted viera el zafarrancho…En un barrio de gente tranquila, la verdad… Bueno tranquila, a no ser por la chica esta del séptimo, la debe haber visto por acá… Si dicen que recibe, y eso que el reglamento dice “no apto profesional”… Yo nunca lo vi, pero que se escucha, se escucha…
Pasaron los días y nada cambió,… la murga siguió ensayando en la placita y Elsa desde la ventana esperó la aparición del patrullero que, en respuesta a su denuncia, acudiera a poner un poco de cordura… Los capítulos de “Conjuro de amor” avanzaban inexorablemente hacia el final en un intervalo de tiempo que se llenaba de gritos, tambores, y estruendo… y Elsa acercaba el oído al “Grundig” tratando de descifrar las últimas palabras de cada frase, de rescatar suspiros, caricias y latidos emocionados en medio de aquel aquelarre tribal que se colaba cada siesta hasta su cocina.
Pasaron los días, pasó la semana y llegó el sábado… Horario especial, central, a las nueve. Último capítulo. Los avances prometían además, una entrevista previa a los actores y un concurso telefónico en el que adivinando el desenlace de la historia entre tres opciones, se accedía a una entrevista con el galán protagonista. Elsa saboreaba anticipadamente el premio a tantas privaciones. Dios había accedido a sus súplicas devotas y esa noche disfrutaría en el silencio y la tranquilidad propicios el final esperado. Bajó de la alacena un frasco de escabeche que tenía reservado para ocasiones especiales, descorchó un rezago de Nochebuena y, acodada sobre el hule del mantel, esperó los acordes milagrosos del violín agonizante que anunciaran desde el televisor la hora tan ansiada.
Pero a medida que se acercaba el horario de la cita, los ruidos desde la calle crecían al ritmo de la ansiedad de Elsa. Cinco minutos antes de las nueve, como un trueno del infierno, como un grito desgarrado que le estremeció las entrañas, se escuchó el primer repique de la percusión principal. Desde la placita, la murga, más escandalosa que nunca, inició su marcha hacia el corso en la avenida. Elsa se apresuró a cerrar la ventana, a correr cortinas y tapar con diarios las hendijas del marco deformado, dispuesta a la asfixia antes de que el carnaval le robara la gloria, mientras el barrio se apretaba bajo las guirnaldas de banderines y lamparitas, copiando contorsiones y saltos. Elsa contemplaba desahuciada aquella masa informe de lentejuelas y flecos, sombreros, borlas, moños y charreteras, que se arrastraba por la avenida como una serpiente china, haciendo trepar a las cornisas de aquella noche sofocada un himno frenético al que se sumaban todos … hasta la Chola, que la saludaba exultante, agitando un repasador desde el balcón de en frente. Monchi saltaba del sillón al sofá y ladraba desaforado sumándose al festejo mientras Elsa, desplomada en la silla de la cocina, dejaba que las lágrimas lavaran de sus mejillas la impotencia, y un beso eterno llenaba la pantalla muda.
Por no sentirse tan sola, por no pensar en cómo “Conjuro de amor” se había extinguido sin que ella pudiera dar fe de lo que los protagonistas tenían para decirse después de tanto silencio, Elsa bajó a mezclarse con la gente y, con su pasos cortos y torpes, bailó esa noche con el fantasma de Fermín, que le acariciaba el pelo erizado de “Spray”. Pero al momento que intentó un movimiento más osado, un globo de agua estalló en sus tobillos y resbaló irremediablemente sobre un banco que la esperó con el filo más agudo de sus bordes.
… Esa noche la guardia de emergencias se llenó de carnaval. Omar, el primer tambor, se llevó a Elsa en la camioneta hasta el hospital para que limpiaran y cocieran la herida que cruzaba sobre su ceja. Toda la murga esperaba el parte a las puertas de la sala. La cabeza de Elsa giraba como sumergida en un remolino convulsionado en el que se mezclaban los besos de “Conjuro de amor”, las guirnaldas de la avenida y los hijos de Jaime, el verdulero peruano de la esquina, bailando abrazados en la vereda. A su lado, la chica del séptimo le tomaba la mano, esperando que reaccionara de la anestesia….

1 comentario:

  1. Último capítulo obtuvo mención en el concurso organizado por METROVÍAS "Cuentos de Carnaval" y será publicado junto con el resto de los 30 cuentos preseleccionados, entre 2800 presentados.

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